viernes, diciembre 29, 2006
VERDADES ÚTILES PARA INICIAR ESTE AÑO
Mentira.
¿Que el mal no siempre triunfa?
Mentira.
¿Que no soy yo el que traza los mapas,
el que abre la puerta, el que te avienta tierra a los ojos?
Mentira.
jueves, diciembre 07, 2006
Tres apuntes sobre la rebeldía
Cuando le preguntaron a Kasuo Michina por qué se había levantado en armas, miró fijamente a los corresponsales y les dijo: “hay horas en la vida de un hombre que sólo cobran significado cuando dice ‘no más’”. Su pequeña compañía se apostó a las afueras de las oficinas donde, según la agenda del día, habría de reunirse el primer ministro con gran parte de sus secretarios. El ataque fue sorpresivo, sobre todo para Michina. El misterio del fuego cruzado estuvo resuelto horas después, cuando supo que un traidor entre los suyos posibilitó la contraofensiva gubernamental. “Los hombres que buscábamos no estaban ahí”, refirió años después el general en una entrevista para el Time. “Aún así tomamos el edificio por asalto y aguardamos”. Allí refugiados esperaron refuerzos.
La refriega duró varias horas, hasta que la rebelión de Michina salió victoriosa. En su Historia del siglo XX, Eric Hobsbawm apunta: “Ningún otro golpe de Estado fue tan bélico en su discurso ni tan humanitario en su aplicación como el del general Kasuo Michina. Y resultó por ello tan contradictorio, que su desenlace sólo pudo darse en el ámbito de lo trágico”. Se rebeló, fue rey y después lo exiliaron. Antes de suicidarse Michina releyó a Camus, pero se negó a aceptar que sus acciones fueran algo anticipado y previsto.
En una de sus últimas entrevistas, al preguntársele qué era lo que más recordaba de aquellas horas, respondió: “A mi hermano, el traidor”. Y abundó: “Sospeché de todos todo el tiempo, excepto de él. Pero a la distancia resulta lógico: el hombre puede rebelarse contra la rebeldía. Por ello no lo aborrezco ni le guardo rencor”.
2. Los rebeldes no usamos pantuflas
Al abuelo aquello de la rebeldía le parecía cosa ociosa. Había visto a su viejo amigo Lázaro salir de las películas en tercera dimensión furioso o hecho un mar de llanto, agitando los lentes bicolores diciendo: “no sirven, otra vez me dieron unos que no sirven”. Volvía y lo intentaba una vez más, y poco le interesaba que el boletero, sorprendido, dudara antes de darle los lentes a un tuerto. Pero la tiranía de la abuela alcanzaba ya límites insospechados, y era su empeño diario el poder rebasarlos, no importando que la gravedad del asunto no lo ameritara del todo.
En un tibio remanso de las voces que acostumbraba dar la abuela por la tarde, Roberto alcanzó al abuelo en el patio. Agitado, lo sacó de una contemplación de siemprevivas, hasta alejarlo lo más posible de la vista del enemigo. Entonces le dijo: “la abuela, furiosa”. Y comenzó a contarle de las gallinas que habían llegado a la recámara quién sabe cómo, de la sorpresa que se llevaron él y las gallinas cuando la abuela entró al cuarto, del futuro que ella le negaba en toda la retahíla de condenaciones que se acumulaban en el aire. El abuelo asentía, escuchaba atento y en silencio.
“No es tan grave”, dijo por fin. Y agregó: “te ayudaré”. Trepados en un árbol vecino, escondidos los dos de la cólera de la abuela, a Roberto aquel escondite le pareció el mejor escondite, y comprendió que su abuelo no era ni tan intrépido ni tan valiente como suponía, pero sí ingenioso. El abuelo, bien agarrado de las ramas, pensó lo mismo. Al día siguiente buscó a Lázaro, y a grandes rasgos le explicó el plan. “Todo depende”, dijo aquel, “del resultado que obtengamos hoy”. El abuelo pensó que en las revoluciones no todos se sublevan por lo mismo, así que aceptó el trato, apagó su cigarro y entró con él al cine.
“Un tuerto, un anciano y un niño”, recapituló la abuela cuando los vio llegar y supo de sus intenciones. “¿Cuánto miedo debo tener?”, preguntó con ironía. “Todo el miedo del mundo”, respondió el abuelo. “Hoy por fin sirvieron los lentes de Lázaro”.
3. Los rebeldes perdemos la gracia cuando dudamos
Porque todo es igual, a Mara le aterraba vivir bajo el yugo de una estirpe que se corrompe. Su familia presentó los primeros síntomas una tarde de agosto y recordó, sin proponérselo, que la nieve al condado de Moab no tardaría en llegar. Sólo por eso estaba decidida. Antes de verse disminuida, antes de encontrarse despojada de la seguridad y el alivio, habría de imponerse contra lo que viene: el mundo, su contemplación y su derrota, una última advertencia antes de sucumbir a su destino. “¿Podré? ¿Tendré la fuerza?”, se preguntó. Escuchando a Beth Gibbons trazó un plan. Y luego otro. Y otro.
“No hay salida”, suspiró. Vencer todos los obstáculos no garantiza un triunfo permanente, le corroboró la voz en el teléfono, y ella contuvo la respiración un rato, acarició una superficie rugosa, y pensó que conocer su futuro era lo más rebelde que podría hacer. Cuando le anunciaron la muerte de su hermano el primogénito, no se sorprendió.
Se le acercó al oído y le cantó. Al terminar le acarició el pelo y repitió en voz alta aquella línea que decía: I’m here to stay. “Rebelarse y fracasar es humano, pero también inútil”, le dijo Ruth una noche después. Y le contó la historia de un antiguo rey de Moab, que en el camino a la contienda tuvo una revelación. Reunió a sus hombres y les dijo: “Lucharemos y ganaremos, lo sé, se me ha permitido saberlo”. A mitad de la batalla, cuando el enemigo lo acorralaba y sus bajas eran casi totales, uno de sus hombres se acercó y le preguntó: “si ya sabías que ganaríamos, ¿por qué insististe en venir a pelear?”
Mara esperó con tristeza su siguiente taza de café –“sin azúcar, sabes que no la merezco” -, y miró por largo rato a Ruth. Pensó en las primeras horas del hombre en este mundo, del sitio fugaz de la memoria, y por un instante tener y carecer le parecieron cosas fuera del tiempo. Una noche agigantada, la mano secando el rostro, se abrieron paso.
jueves, noviembre 30, 2006
De saber que venías te tendría un pastel
Nada da más luz que una dama a mitad de la luz.
Ni nada menos.
viernes, octubre 06, 2006
Donde los héroes respiran dolorosamente
confundidos con sus estatuas
ausencias de relámpago que iluminan, así volverás y volveré
como señal de victoria al reino, una ciudad sin las murallas
que el viejo abad levantó como íntimo tesoro que antaño no me fue dado asaltar.
(Por colores, o todo seguido, como se quiera leer).
domingo, octubre 01, 2006
Las batallas que guardo para mí mismo
al corazón como una roca,
puedo recordar la barbarie del mundo,
las batallas que tuve que perder
para no hallarme en el trono
de los que todo lo tienen,
felices en su hartazgo
y del todo vencidos.
Pero allá donde no combatí
me espera un llano,
un claro donde un ejército
renuncia al amor
esperando un abrazo, el remoto
luchar contra la nada,
la absolución del hombre
porque así está escrito en el
libro aquel imposible de leer
porque ciego de noche, ámbar que guarda
al corazón como una roca,
me señalo a mí mismo
en el barco de los que vuelven derrotados.
jueves, septiembre 21, 2006
lunes, septiembre 18, 2006
Hojas de hierba
25. No soy mala hierba,
sólo hierba en mal lugar...
Enrique Bunbury, Sácame de aquí
domingo, septiembre 17, 2006
Las hormigas muertas
Y luego voy y leo que a J.M. Coetzee le preocupa que sus traducciones al coreano o al serbio no sean del todo claras. Uta. Preocupado debería estar porque sus libros en el idioma original le sean de utilidad a quienes los leen.
lunes, septiembre 11, 2006
¡Adiós su Majestad, mi Reina, mi ciudad, adiós!
Pero no pasaré más de una noche con ella. No quiero descubrir sus secretos. No quiero ver su rostro demacrado y triste. No quiero oírla gritarme, desde el baño, que ella conoce mil hombres mejores que yo.
2. Así ha sido mi vida: náufrago y congelándome, se me ha pedido que me aferre bien a los pedazos del barco, que no tardarán en venir a rescatarme. Y me lo dicen desde la cubierta de un barco en fiesta, con todas las luces y todas las risas encendidas. Entonces me suelto y floto, porque la deriva no conoce de egoísmos ni rupturas ni terminará mirándome con lástima. Cada vez que naufrago, la deriva me lleva a un refugio temporal, donde me dan cobijo y la sopa está tibia pero no más. Hasta que me echan.
Acostumbrado así a que nunca es para siempre, hoy me dispongo a soltar mi pedazo del barco. En la cubierta del que se aleja comienzan a repartir las luces de bengala y a decirme adiós con las guirnaldas.
3. No voy por la vida contando mis cosas, y me he negado a colgarme de una cadena la tablita esa que dice: “Quiéreme, seré escritor”. Mis amigos son divertidos y viejos, en ese orden, y hace diez años contamos un chiste que hoy sigue haciéndonos gracia. Robé por necesidad; traicioné una sola vez y aprendí mi lección. Miento todo el tiempo, pero dejaré de hacerlo cuando me vuelva de verdad un espía, un partisano, el genio a premiar, Steve McQueen. Nunca he roto el corazón de una mujer, pero el mío acumula medallas por lo contrario, como marcas de inundación. Amé y no me amaron, o dejaron de hacerlo, y muchos creerán que así será el fin, pero yo convocaré a los que aún no se rinden, haremos una fiesta y después los invitaré a verme morir. Creo en el destino, en el azar, en los concursos con la presencia de un interventor de la secretaría de Gobernación. Y creo que al final seré feliz, porque la vida ya no tendrá secretos para mí, porque este día tan largo por fin terminará, porque lo posible por perder lo habré perdido ya. Seré feliz. Ya lo verán.
jueves, septiembre 07, 2006
Iván el equilibrista
Hablar de esos años es ganarle a la ausencia en partido arreglado, los idos uno Iván cero, es mirarle los hilos a la gracia, espiar al mago entre la gente o saber que a la larga ella terminaría largándose.
Hablar de la víspera es contar las mañanas con los dedos, mirar como mira la alegría un ciego, soñar la caricia dura del homicida y su patente de corso contra tu ternura. Es dar un golpe y salir corriendo, en pie de lucha un botín de luz. Una ilusión.
Pero en tu casa buscaré la condición del azar, el estanque del maharajá, la maldad que te di. La canción de Goliat.
miércoles, agosto 30, 2006
Carta al blog
Entonces me entra algo así como un amor de padre, y me compadezco de ti, porque estás todo el tiempo a mis expensas. Y para que me perdones pienso en hacerte una fiesta, de esas en las que pasan muchas cosas y todos se divierten. En ese momento me doy cuenta que no he hecho de ti la gran cosa, y recuerdo cómo a otros blogs los visita mucha gente, y les hacen muchos comentarios, y tienen lectores espontáneos y son famosos. A tu fiesta no vendría nadie, o casi nadie, porque estarían pendientes de otros blogs que sí son la gran cosa, como más divertidos, más ocurrentes, y tienen amigos que a su vez tienen amigos y entre todos se quieren.
Quién te quiere a ti no sé, pero a veces yo. No es mucho, pero es algo. Porque a ti nadie te recomienda en ningún lado, ni has hecho amistades con otros blogs al grado de tener chistes locales, visitarse diario y encargarse cosas. Es mi culpa. No es el mundo real y no llegará el día en que te escribas tú solo, en ir por el mundo sin acordarte de mi. Qué le vamos a hacer.
Felicidades blog. ¿Cómo? ¿Que te pone triste cumplir años? A mi también.
lunes, agosto 28, 2006
¡Me quiero volver chango!
Uno. Viendo los nuevos anuncios de Axe, recordé la escena de la película aquella en la que un tipo trata de impresionar a una mujer recitándole Táctica y estrategia, de Mario Benedetti. Para su sorpresa, la muchacha lo interrumpe y concluye ella misma el poema. “Yo también he leído a Benedetti”, le dice. Pensé que Axe podría retomar la escena sin mayores complicaciones: llega un tipo con un libro y comienza a leerle a la guapa señorita. Ella, absolutamente seria, lo mira fijamente como diciendo “por favor, vete”. En ese momento la voz en off entra y dice: “Cuesta cien pesos menos que una antología de Benedetti, pero funciona”.
Dos. He reflexionado sobre el libro de Santiago Gamboa, El síndrome de Ulises (Seix Barral, 2005). Parece como si los escritores, en los últimos años del siglo XX y en los que ya se acumulan del XXI, tuvieran la imperiosa necesidad de despojar a la literatura de su pertinente capacidad de fabulación. Peor aún, asumen que las vidas de los estudiantes de literatura aspirantes a escritores son anecdóticamente suficientes como para convertirlas en relatos novelados, y así disfrazar el acontecer cotidiano de un supuesto ejercicio de imaginación.
De la pedantería de la vanguardia se quedan sólo con la pedantería, y la distancia entre autor y obra se socava, arropados en un discurso que puede resumirse en “yo soy mi obra”. De escritura ágil y, por lo mismo, de fácil lectura, El síndrome de Ulises pretende hacernos creer que lo literario es inherente a la vida del escritor. Y entonces la cosa es fácil. Los payasos no montan un show para hacernos reír: creen que la gracia estriba en verlos pintarse la cara frente al espejo de su cuarto.
Tres. Eduardo Milán, poeta uruguayo avecindado en México, puede estar dando su mejor curso hasta ahora en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Supuse que mi reencuentro con él sería algo áspero, pero no. En la primera clase quedó zanjado el asunto. Dijo Milán: “porque nos debe quedar claro que no podemos decir cualquier cosa”, y volteó y me miró. Para que me quedara claro, repitió la frase mirándome. Listo. Mi estupidez juvenil parece disculpada.
Después, el anecdotario. Pregunta el poeta con quién leímos a Dante. El grupo responde que con la italiana Paola Leoni. Pregunta el poeta con quién vimos a Jakobson. El grupo responde que con la japonesita Ana Tsutsumi. Al preguntar con quién analizamos Las Meninas de Velázquez, el poeta se adelanta y pregunta divertido si fue con algún neozelandés. Peligrosamente comienzan las referencias a la poesía medieval. Me propongo a mí mismo que si el poeta pregunta con quién leímos a Guido Cavalcanti, yo responderé divertido que con el uruguayo Eduardo Milán. Pero me quedo con mi chiste. Recuerdo las palabras iniciales y me digo: no se puede decir cualquier cosa, Valdés, no se puede decir cualquier cosa. No importa que esta vez sí vengas al caso.
Cuatro. Nuestro clamor favorito de la semana: ¡Por lo que más quieran, dejen ganar al wampa!
martes, agosto 08, 2006
Carta abierta a AMLO
Los niños del cuadro de honor del sexto año de la escuela primaria “Lucas Alamán”, vemos con preocupación, por lo que solicitamos exámenes de la vista y lentes nuevos a las autoridades competentes. Le informamos además que nos sumamos, nos restamos y nos multiplicamos, y también a veces nos numeramos y hasta nos tomamos distancia. Por ello, nos unimos para afirmar, categóricamente, que:
Wenceslao juega waterpolo
Reiteramos, además, que no hay que hablar con extraños, que debemos lavarnos las manos antes y después de ir al baño y que si nos pica la colita, en una de esas tenemos lombrices.
Atentamente
Pedrito, Perlita, El Chango, y dos firmas más.
jueves, agosto 03, 2006
Los Supersabios
Post suspendido hasta que todos seamos adultos.
O hasta que fráncamente ya no me importe.
Hasta entonces.
lunes, julio 31, 2006
"Disculpe, ¿cuánto le costó su Peje?"
El muñequito trae chupones en las manos, para pegarlo en las ventanas del coche y que vaya soltando sus rayitos de esperanza por las avenidas. La taza, esa como que se despinta a la segunda lavada, así que o sólo se enjuaga después de usarse, o de plano se exhibe junto con la cristalería de Bohemia de la casa.
(y ya le manejo lo que es la actualización):
Aquí, una linda postal de la Tercera Asamblea Informativa:
(Para más fotos de la concentración del domingo pasado, o simplemente otras buenas fotos, visiten el fotoblog de Enrique Escalona, linkeado aquí al ladito. Recomendable).
PD. Hasta las diez de la noche de este lunes 31, los campamentos en la plancha del Zócalo estaban todos colocados. Saliendo del metro con el mismo nombre, la verbena popular seguía: un grupo de mariachis cantaban aquella de “La media vuelta” y la gente coreaba, bailaba y aplaudía. Los comedores públicos seguían en servicio, y de cenar servían huevos revueltos con salsa verde, frijoles refritos y dos tortillas (de buen sabor, por cierto). Sobre las avenidas Madero y Juárez, pequeños grupos se congregaban para ver los videos de Luis Mandoki o alguno de los reportajes del Canal 6dejulio, delegados y exdelegados visitaban sus respectivos campamentos y seguían jugándose ajedrez y domino en algunas carpas. Los restaurantes de comida rápida –McDonalds, Burger King, Subway y KFC –seguían abiertos y en servicio, al igual que los 7Eleven y el Starbucks de Gante; algunas misceláneas estrenaban su servicio de 24 horas, siguiendo el ejemplo del Sanborns que está frente a Bellas Artes.
Por la presencia nutrida de niños, una pequeña feria en Juárez echaba a andar una vez más, las tiendas de campaña cercanas se iluminaron de pronto, y los niños daban vueltas y gritaban.
domingo, julio 16, 2006
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios
viernes, julio 14, 2006
Mis días entre los árboles fluyen como un sendero luminoso
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Hoy soñé. Levanté la bocina y ahí estaba yo, hablándome de urgencia desde un teléfono público, a mitad del drama, queriendo advertirme de algo que me sucederá en su pasado. Que se ha visto tan triste que no podré reconocerme cuando en un aparador sin querer me refleje, que he combatido al león y no salí vivo, que mis días entre los árboles fluyen como un sendero luminoso. Ante todo me pidió no llorar, ser como las rocas que aunque las piquen insisten en ser rocas, atreverme a apagar la luz cuando estoy solo, aprender a besar.
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Las tardes en que soy yo mismo soy un gran orador: pongo un puño de tierra en mi boca y trato de adivinar lo que estoy diciendo. Las otras tardes quisiera ser el único cartero del mundo, el último descendiente del mono, la espada que se rompe antes de atacar. ¿Podrá Dios crear al hombre que lo sea todo en todo? ¿Mi mejor amigo, el amor platónico de la mujer que me dejará por él, el hombre justo que se combate a sí mismo porque él mismo es el tirano? No lo sé, pero conozco un lugar donde todas las tardes nombran una por una a toda la gente que conocí y no amé, que me conoció y no me amó.
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Esto dice el Salmo 7:
“Señor, Dios mío, si algo de esto hice,
si hay en mis manos injusticia,
si a mi bienhechor con mal he respondido
si he perdonado al opresor injusto
¡que el enemigo me persiga y me alcance,
estrelle mi vida contra el suelo,
y tire mis entrañas por el polvo!”
Y termina diciendo:
“Doy gracias al Señor por su injusticia”.
jueves, julio 13, 2006
I'm not a lucky guy
Que Dios no lo quiera, amigo lector, ni su destino tampoco, ponerlo frente a transes tan tristes como un corazón roto, un amigo perdido o un esfuerzo consagrado a la nada.
Le deseo, en cambio, que sus sueños se cumplan, que atestigüe milagros, que crea y tenga fe ciega en el amor y que éste no lo defraude. Si algo de esto le sucediera en contra, no dude en decírmelo. Pero créame cuando digo que no encontrará en mí palabras de aliento, ni abrazos ni pañuelos para la pena. En cambio le diría que nos vieramos para beber, en el bar aquel en el que ya nos conocen, y burlarnos el uno del otro diciendo “pero mírate qué triste estás”.
Discúlpeme, amigo lector. Hoy no ha sido un buen día. Hoy soy otro.
sábado, junio 24, 2006
Para que los ausentes no falten, acérquese
Ahora, una foto de mi boda.
Bien, amigo lector, ya nos dimos cuenta que sí estás poniendo atención. Ahora sí, una foto del diploma y de los libros que ganó el cuento y que recogí yo, aquel vienes que fue un buen viernes, de esos que hay pocos y son raros.
jueves, junio 22, 2006
The Absolute Man
Pero casi nunca era así. Ya antes había combatido una masa chiclosa del espacio exterior; había logrado sobrevivir, junto con Yul Bryner, a la defensa de un pequeño poblado mexicano e intentado hacer de su huída en una motocicleta alemana, un gran escape. Terminaba vivo y solo, y no eran finales felices.
Siempre ileso, las heridas las llevaba por dentro, y acaso ir perdiendo los dientes en su papel de Papillon fuera más sencillo que moler a golpes a Ali MacGraw en la vida real, cuando estuvieron casados. Portó un arma en su papel de Frank Bullit, e hizo de San Francisco su pista de carreras, pero cargo una pistola por el resto de su vida cuando supo que el azar, o la fortuna, le hizo faltar a la cita en casa de Sharon Tate el día que Charles Manson irrumpió en ella.
Pudo haber actuado con Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany’s, pudo ser Harry el Sucio, ser parte de Apocalipsis ahora, ser alguno de los dos en Butch Cassidy and the Sundance Kid, hacer El guardaespaldas antes que Kevin Costner, y perseguir a Rambo en First Blood. Pero la fortuna que lo salvó también lo alejó de todas ellas, y prefirió enfermarlo de cáncer y hacer de sus últimos años una pista de carreras donde su Ford Mustang del 68 competía contra la muerte.
Al final perdió. Cruzó la frontera y murió en Ciudad Juárez. Lo más cercano que tuvo a un final feliz fueron esas últimas escenas de La huída. Pero cuando “The Man” lo vencía a él, “The Cincinnati Kid”, en un partido de póquer prolongado por horas, y al salir de aquel juego un niño de color lo reta a un juego de rayuela, y también pierde, la historia se equivocaba. No perdía el niño, sino el hombre. El Hombre.
miércoles, junio 14, 2006
Those were the days
miércoles, junio 07, 2006
¿A dónde se fueron todas las carpas?
Si lo posible es posible, entonces no me cabe duda que las carpas, simplemente, le plantaron cara a su destino. ¿Por qué depender para siempre de la gentileza de los extraños, que las alimentaban con galletas de animalitos por simple diversión dominical? Horadaron el piso, gordas y muchas como eran, hasta vislumbrar el camino rumbo al paraíso de las carpas. Ahora o nunca, patria o muerte, venceremos. Una legión que seguramente pasó lista antes de descubrir, en la caída, el pecado de hybris que estaban cometiendo: no basta ser carpa ni ser gorda, para escapar del sino que nos aguarda. No creyeron posible ser juguetes del destino.
Sin embargo las entiendo. Desde el fondo del lago, la mano que alimenta el mundo debe verse rodeada de destellos de luz, como una luminosa manifestación ondulante de un poder lejano e inaccesible. Debe ser angustiante.
domingo, junio 04, 2006
Cirilo o la selva oscura
sábado, junio 03, 2006
RIMAR
lunes, mayo 01, 2006
La calabaza de agua y el fuego
En André Schwarz-Bart, La mulata Soledad, Aguilar, España, 1973.
lunes, marzo 27, 2006
¿Listo, Kelvin?*
-Listo, Moddard - respondí.
-No te preocupes por nada -dijo Moddard -. La Estación te recogerá en vuelo. ¡Buen viaje!
La redención imposible
Stanislav Lem “colaboró” con nosotros en mi primer número como director de Mediaciones. Yo escribí acerca de Solaris, y él ilustró los interiores. Jamás lo supo. Aquí uno de los dibujos que ilustraron el número:
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(¿Más de Liniers? Visite Cajón Desastre)
miércoles, marzo 15, 2006
Happy birthday, Mr. Ivan
viernes, marzo 10, 2006
Vagamundo
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EL AMANECER
¿Le gustó? Vuelva a leerlo.
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Hoy, que persigo a Malmenor –“soy un fugitivo temporal”, escribió en las paredes del Consejo -, que he recibido la orden de capturarlo vivo, de ir a donde él vaya, recuerdo que no llegaré a cenar. Los viajeros en el tiempo carecemos de puntualidad.
viernes, febrero 10, 2006
Llagado de su sonrisa
Después de mucho reflexionar he llegado a la conclusión de que usted y yo tenemos algo en común: los dos hemos estado perdidos. Como usted, allende mi ciudad natal yo también tuve que declarar, frente a una recepcionista de hotel polaca de mirada compasiva: we’re lost. No tuvimos que acampar a mitad del pequeño parque cercano a la estación del tren, ni defendernos de sujetos extraños o cazar nuestro propio alimento, pero casi. Eso sí, comimos en un McDonald's levantado en medio de una cueva y muchas veces nos hicimos entender a señas. Por lo que, en términos generales, comprendo por lo que está usted pasando. Así que desde aquí mis más sinceros deseos porque no se la coma un oso polar.
Le comento además que mi invitado del mes, el señor Owen, tiene unas palabras para usted, señorita Lilly, que no por casualidad están varadas y le salieron en verso:
Como a la mano hecha a los espinos
La hiere con su gracia la rosa inesperada,
Así quedó mi duelo
Crucificado en tu sonrisa.
Espero le gusten, porque es de un pequeño libro del señor Owen sobre un pobre marinero que, como usted, naufragó y al alba se descubrió en una isla desierta y árida.
Queda de usted
Aldo Iván
PD. Para estar en sintonía con el momento, le mando esta breve misiva dentro de una botella que arrojaré al mar. Ah, y como para usted señorita Lilly, un día es igual al otro, le propongo que también para su linda persona todos los días 4 sean domingos.
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Dia Diez, LLAGADO DE SU SONRISA.
domingo, febrero 05, 2006
Ignorantina
jueves, febrero 02, 2006
La cuenta de mis muertos
El problema se presenta cuando, después de ver el resultado en pantalla, se elevan las voces que exigen del director lo que antes le reprocharon por La lista de Schindler o Rescatando al soldado Ryan: la toma de postura. Se le acusa de suavizar a personajes que, se argumenta, actuaron “…sin pesadumbre, de acuerdo con una fe y unos mandatos específicos…”[1], o de tener miedo a señalar y denunciar, llegando a estar, la película, “…empapada en el sudor de su idea de equidad…”[2], habitando el colmo en el que “…el único partido que Steven Spielberg toma alguna vez es el partido del cine”[3].
Sin embargo, las faltas que se le atribuyen son, por mucho, los logros de una cinta que no sólo en lo técnico resulta ser de buena hechura. Las dudas que asaltan a los cinco miembros del equipo de Avner Kauffman no sólo humanizan a los sicarios israelíes, sino que crean el justo contraste con la férrea determinación de aquellos que los mandan, quienes, pese a sus servicios prestados, los desconocerán hasta negar su existencia si es que ello es necesario. Spielberg toma un riesgo enorme para su discurso hasta ahora correcto y complaciente: el estado de Israel no sólo combate fuego con fuego, sino que, en última instancia, parece hacerlo a ciegas.
El ser humano duda porque razona, y no podemos afirmar que aquellos ceñidos a una fe –teológica o militar, o ambas– no se descubren a sí mismos perturbados por la noche, como si la convicción de que no dudan fuera más necesaria para nuestra tranquilidad que para los miembros de la Mossad. No sabemos si dudan, pero no podemos afirmar que no dudan. Y Avner, Carl, Steve, Hans y Robert se preguntan sobre lo que los constituye como hombres, antes que como sicarios. Avner solicita las pruebas que inculpan a sus objetivos, Carl quiere saber quién realmente les vende la información (¿la CIA, la Mossad, los franceses?), Robert no comprende la ley del talión que están aplicando. Aunque los sicarios reales no hayan hecho tales preguntas o elaborado dichas reflexiones, los personajes se vuelven alegorías sobre la búsqueda de una verdad que terminará asesinándolos o casi volviéndolos locos.
La lucidez con la que se expresa la primer ministro israelí Golda Meir al inicio de la película, termina siendo sólo el discurso que legitima la acción, arrojando a los convocados bajo ese discurso a actuar igual que aquellos que combaten. Conviviendo por necesidad miembros de la OLP con los hombres de Avner, éste último tiene una discusión con el líder de aquellos, que le recuerda la necesidad de tener un hogar. Desestimándolas en boca de un palestino, Avner encuentra las mismas palabras en boca de su madre: la lucha de Israel está justificada porque siempre es necesario un hogar. Luego entonces, y ésta es la parte del discurso de Spielberg que más incomoda, la lucha de los palestinos también está justificada.
Pero además están los intereses que Estados Unidos, a través de la CIA, defiende; la organización familiar francesa que trafica con información clasificada; la holandesa freelance que sintetiza la lucha por la sobrevivencia; los terroristas palestinos que son buenos padres o traductores de textos clásicos de literatura; el hombre que asesina y procrea.
Al final, Israel ya no es aquel inocente pueblo judío masacrado por alemanes, sino el Estado que propicia, por negarse a negociar, la muerte de sus atletas, y que achaca a los otros sus faltas. Un Estado que no escatima recursos para imponer su voluntad envuelto en su discurso de superioridad –la civilización contra la barbarie–.
Munich es, entonces, una película que merece ser vista varias veces para alcanzar a comprender lo que Spielberg argumenta entre líneas, brumoso a simple vista como sus Torres Gemelas que, aunque redundantes y efectistas, insisten en la necesidad de reflexión antes que en la condena y descalificación por no decir lo que se quiere escuchar.
[1] Montiel Figueiras, El sabor del otro, en Confabulario, número 92, 21 de enero de 2006, p. 13.
[2] Leon Wieseltier, Atentados. En torno a Munich, de Steven Spielberg, en Letras Libres, número 86, Febrero 2006, pp.100-101.
[3] Ídem.
miércoles, febrero 01, 2006
Correveidile colibrí
martes, enero 10, 2006
Desde el barandal
Soy feliz como el hombre que devora su nido,
sabio y decadente como aquel que a la luz de una vela
descifra un antiguo mapa de sí mismo. Viajero del tiempo
que abraza a sus amigos hasta volverlos
días de arena y nubes –yo también fui polvo del
polvo, armadura contra la nada-. Por eso hoy quiero
que me nombren rey del verano perdido.
Emperador de cartón, carnaval sin luz.
Soy un gran hombre.
Alicia Parker Mills (1907-1950). Por la comunicación que mantuvo con su esposo en su movilización al frente durante la Segunda Guerra Mundial, se sabe de lo terrible que era para él la estadía en combate. Mills, partidaria del conflicto bélico, alentaba a su joven esposo y le pedía que no tuviera miedo, que fuera valiente, que hiciera a cada hora, en cada momento, la guerra. Es con la muerte de su superior y el acto heroico -aunque inútil- por salvarlo, que “su soldado” –como le gustaba llamarlo- es ascendido y puesto al frente de un grupo de combatientes. El tono de las misivas se recrudece: el pánico y una lucha febril contra él se manifiesta en cada una de ellas. Mills no puede ya sino compartir la desesperanza y el desasosiego de su esposo, y en una carta fechada el 15 de mayo, le escribe: “Hoy pude comprenderte. Descubrí un ligero viento escurridizo agitando las cortinas, un sol que reposaba su viaje entre la sombra. Hoy los tuve, y me imaginé perdiéndolos. Entonces pensé en ti”.
viernes, enero 06, 2006
A Cabina, en sus tres años
Pero nosotros conocemos el trabajo y permanecemos despiertos hasta el amanecer, laborando en el gran campo azulado para que no falte nunca el jardín del sol por encima de los jardínes de los hombres.
Nosotros, aunque nos llamen perezosos, conocemos el trabajo arduo, sabemos qué significa arar, desde el principio, el más grande de los campos que día a día cubren las ortigas.
Nosotros sabemos cuánto se cansaron las doradas manitas de los rayos de luz para construir estas alegres ciudades de flores con abiertos balcones de rosas y altos campanarios de lirios.
Los demás únicamente ven los rayos y las flores.
No saben nada acerca de nuestra fatiga y de nuestras lágrimas.
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Tomado de Ritsos, Yannis, Sueño de un mediodía de verano, trad. Selma Ancira, FCE, México, 2005, pp. 42-43.