viernes, febrero 10, 2006

Llagado de su sonrisa


Querida señorita Evangeline Lilly:
Después de mucho reflexionar he llegado a la conclusión de que usted y yo tenemos algo en común: los dos hemos estado perdidos. Como usted, allende mi ciudad natal yo también tuve que declarar, frente a una recepcionista de hotel polaca de mirada compasiva: we’re lost. No tuvimos que acampar a mitad del pequeño parque cercano a la estación del tren, ni defendernos de sujetos extraños o cazar nuestro propio alimento, pero casi. Eso sí, comimos en un McDonald's levantado en medio de una cueva y muchas veces nos hicimos entender a señas. Por lo que, en términos generales, comprendo por lo que está usted pasando. Así que desde aquí mis más sinceros deseos porque no se la coma un oso polar.
Le comento además que mi invitado del mes, el señor Owen, tiene unas palabras para usted, señorita Lilly, que no por casualidad están varadas y le salieron en verso:

Como a la mano hecha a los espinos
La hiere con su gracia la rosa inesperada,
Así quedó mi duelo
Crucificado en tu sonrisa.


Espero le gusten, porque es de un pequeño libro del señor Owen sobre un pobre marinero que, como usted, naufragó y al alba se descubrió en una isla desierta y árida.

Queda de usted

Aldo Iván

PD. Para estar en sintonía con el momento, le mando esta breve misiva dentro de una botella que arrojaré al mar. Ah, y como para usted señorita Lilly, un día es igual al otro, le propongo que también para su linda persona todos los días 4 sean domingos.

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Dia Diez, LLAGADO DE SU SONRISA.

domingo, febrero 05, 2006

Ignorantina

Datos sobre el pueblo estadounidense, según recopilación de David Brooks para La Jornada, a propósito del informe que el presidente Bush presentará ante el Congreso de su país el próximo siete de febrero, también conocido como "el estado de la Unión":
"Mientras tanto, el pueblo del país 'más avanzado' del planeta está un poco confundido. Según sondeos reportados en varios medios, hay una gama de indicadores preocupantes, para algunos. Sólo 40 por ciento de los estadunidenses cree en la teoría de la evolución; 13 por ciento sabe lo que es una molécula. Una quinta parte de los estadunidenses aún creen que el sol gira en torno de la tierra, y aproximadamente una mitad sabe que los humanos no vivieron en la misma época que los dinosaurios. Otras encuestas como una de la revista Time revelan que 59 por ciento de los estadunidenses cree que las profecías apocalípticas de Juan en la Biblia se cumplirán, con casi todos creyendo que subirán al cielo en el éxtasis final. [...]
Algunos simplemente ya no pueden leer. El mes pasado la evaluación nacional de alfabetización adulta realizada por el Departamento de Educación del gobierno federal registro que sólo 31 por ciento de los egresados de universidad demostraron un nivel eficiente de poder leer y analizar textos en inglés. La última vez que se realizó este estudio nacional, en 1992, 40 por ciento demostró esa habilidad".
La nota también da cuenta de la poco limitada libertad que los americanos piensan tener, de lo justificado que es el espionaje gubernamental, de la demasiada libertad de prensa de la que gozan y de la necesaria represión contra las manifestaciones antibélicas. Ah, y de las ganancias de ExxonMobil en estos tiempos de guerra, cuyas utilidades en 2005 fueron de 36.13 mil millones de dólares, es decir, un crecimiento del 42% con respecto al año anterior.
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Dia Cinco, VIRGIN ISLANDS.

jueves, febrero 02, 2006

La cuenta de mis muertos

Contra la más reciente película de Steven Spielberg se han lanzado duras críticas que, tras lecturas atentas, descubren a individuos más propensos al prejuicio y a la toma de posturas extremas. Es razonable que la duda surja cuando Munich no es abordada por apellidos como Coppola o Stone, sino por aquel que ha rubricado las peripecias del arqueólogo aventurero o las tribulaciones de un pinocho del futuro próximo. Tendría que tomarse con reservas.
El problema se presenta cuando, después de ver el resultado en pantalla, se elevan las voces que exigen del director lo que antes le reprocharon por La lista de Schindler o Rescatando al soldado Ryan: la toma de postura. Se le acusa de suavizar a personajes que, se argumenta, actuaron “…sin pesadumbre, de acuerdo con una fe y unos mandatos específicos…”[1], o de tener miedo a señalar y denunciar, llegando a estar, la película, “…empapada en el sudor de su idea de equidad…”[2], habitando el colmo en el que “…el único partido que Steven Spielberg toma alguna vez es el partido del cine”[3].
Sin embargo, las faltas que se le atribuyen son, por mucho, los logros de una cinta que no sólo en lo técnico resulta ser de buena hechura. Las dudas que asaltan a los cinco miembros del equipo de Avner Kauffman no sólo humanizan a los sicarios israelíes, sino que crean el justo contraste con la férrea determinación de aquellos que los mandan, quienes, pese a sus servicios prestados, los desconocerán hasta negar su existencia si es que ello es necesario. Spielberg toma un riesgo enorme para su discurso hasta ahora correcto y complaciente: el estado de Israel no sólo combate fuego con fuego, sino que, en última instancia, parece hacerlo a ciegas.
El ser humano duda porque razona, y no podemos afirmar que aquellos ceñidos a una fe –teológica o militar, o ambas– no se descubren a sí mismos perturbados por la noche, como si la convicción de que no dudan fuera más necesaria para nuestra tranquilidad que para los miembros de la Mossad. No sabemos si dudan, pero no podemos afirmar que no dudan. Y Avner, Carl, Steve, Hans y Robert se preguntan sobre lo que los constituye como hombres, antes que como sicarios. Avner solicita las pruebas que inculpan a sus objetivos, Carl quiere saber quién realmente les vende la información (¿la CIA, la Mossad, los franceses?), Robert no comprende la ley del talión que están aplicando. Aunque los sicarios reales no hayan hecho tales preguntas o elaborado dichas reflexiones, los personajes se vuelven alegorías sobre la búsqueda de una verdad que terminará asesinándolos o casi volviéndolos locos.
La lucidez con la que se expresa la primer ministro israelí Golda Meir al inicio de la película, termina siendo sólo el discurso que legitima la acción, arrojando a los convocados bajo ese discurso a actuar igual que aquellos que combaten. Conviviendo por necesidad miembros de la OLP con los hombres de Avner, éste último tiene una discusión con el líder de aquellos, que le recuerda la necesidad de tener un hogar. Desestimándolas en boca de un palestino, Avner encuentra las mismas palabras en boca de su madre: la lucha de Israel está justificada porque siempre es necesario un hogar. Luego entonces, y ésta es la parte del discurso de Spielberg que más incomoda, la lucha de los palestinos también está justificada.
Pero además están los intereses que Estados Unidos, a través de la CIA, defiende; la organización familiar francesa que trafica con información clasificada; la holandesa freelance que sintetiza la lucha por la sobrevivencia; los terroristas palestinos que son buenos padres o traductores de textos clásicos de literatura; el hombre que asesina y procrea.
Al final, Israel ya no es aquel inocente pueblo judío masacrado por alemanes, sino el Estado que propicia, por negarse a negociar, la muerte de sus atletas, y que achaca a los otros sus faltas. Un Estado que no escatima recursos para imponer su voluntad envuelto en su discurso de superioridad –la civilización contra la barbarie–.
Munich es, entonces, una película que merece ser vista varias veces para alcanzar a comprender lo que Spielberg argumenta entre líneas, brumoso a simple vista como sus Torres Gemelas que, aunque redundantes y efectistas, insisten en la necesidad de reflexión antes que en la condena y descalificación por no decir lo que se quiere escuchar.
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[1] Montiel Figueiras, El sabor del otro, en Confabulario, número 92, 21 de enero de 2006, p. 13.
[2] Leon Wieseltier, Atentados. En torno a Munich, de Steven Spielberg, en Letras Libres, número 86, Febrero 2006, pp.100-101.
[3] Ídem.
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Día Dos. EL MAR VIEJO

miércoles, febrero 01, 2006

Correveidile colibrí

Esta mañana me sorprendo con el blog tan desnudo
que temblamos (mi blog y yo).
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A Gilberto Owen, en una franca falta de respeto que, paradójicamente, encierra mi entero gusto por él.
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Dia Primero, EL NAUFRAGIO.