viernes, julio 14, 2006

Mis días entre los árboles fluyen como un sendero luminoso

De vuelta a las ruinas que fueron su vida, ¿qué hará el hombre consciente? ¿Y el sentimental, el puro romántico? ¿Colocarán piedra sobre piedra, codo a codo, hasta el amanecer? Porque el derrumbe es un reino apresurado, sigilo que sucumbe ante la urgencia de ser una calle, una lluvia entre la gente, un amor. ¿Ser el rey de los escombros? ¿Dar voces entre lo que fue y ahora no es sino una fría sentencia de la nada? Hay hombres que apuran el paso y al doblar la esquina encuentran el futuro, la paz deseada, un hogar. Están los que no corren, los que prueban sus alas por años antes de echar a volar, los que miran los mapas. Y está el torpe que esto escribe.
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Hoy soñé. Levanté la bocina y ahí estaba yo, hablándome de urgencia desde un teléfono público, a mitad del drama, queriendo advertirme de algo que me sucederá en su pasado. Que se ha visto tan triste que no podré reconocerme cuando en un aparador sin querer me refleje, que he combatido al león y no salí vivo, que mis días entre los árboles fluyen como un sendero luminoso. Ante todo me pidió no llorar, ser como las rocas que aunque las piquen insisten en ser rocas, atreverme a apagar la luz cuando estoy solo, aprender a besar.
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Las tardes en que soy yo mismo soy un gran orador: pongo un puño de tierra en mi boca y trato de adivinar lo que estoy diciendo. Las otras tardes quisiera ser el único cartero del mundo, el último descendiente del mono, la espada que se rompe antes de atacar. ¿Podrá Dios crear al hombre que lo sea todo en todo? ¿Mi mejor amigo, el amor platónico de la mujer que me dejará por él, el hombre justo que se combate a sí mismo porque él mismo es el tirano? No lo sé, pero conozco un lugar donde todas las tardes nombran una por una a toda la gente que conocí y no amé, que me conoció y no me amó.
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Esto dice el Salmo 7:
“Señor, Dios mío, si algo de esto hice,
si hay en mis manos injusticia,
si a mi bienhechor con mal he respondido
si he perdonado al opresor injusto
¡que el enemigo me persiga y me alcance,
estrelle mi vida contra el suelo,
y tire mis entrañas por el polvo!”
Y termina diciendo:
“Doy gracias al Señor por su injusticia”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que filosófico!! A veces yo también me pregunto si la única manera de construir una historia de vida es la narración retrospectiva donde uno corrige sus errores y exagera sus aciertos, pero también viceversa dependiendo del humor.

Aldo Iván Espinosa dijo...

No. La mejor manera de construir una historia de vida es aceptar todos sus errores y narrar cómo los corrigió uno hasta llegar a ser una mejor persona. Y hacerle creer a la gente que nuestro mejor acierto es haberlos corregido. Aunque no sea cierto.
Quizá, sólo quizá, así lo quieran más a uno.