lunes, septiembre 11, 2006

¡Adiós su Majestad, mi Reina, mi ciudad, adiós!

1. Mi próxima novia será una botarga. Muy gorda y muy bonita, repartirá besos y saludos por la calle a todo aquel que quiera recibirlos. Los niños, o las mamás de los niños, la detendrán para sacarle fotos, para que los salude de mano, mientras yo reiré divertido y no me dará pena que me digan que me vieron con mi novia la botarga.
Pero no pasaré más de una noche con ella. No quiero descubrir sus secretos. No quiero ver su rostro demacrado y triste. No quiero oírla gritarme, desde el baño, que ella conoce mil hombres mejores que yo.

2. Así ha sido mi vida: náufrago y congelándome, se me ha pedido que me aferre bien a los pedazos del barco, que no tardarán en venir a rescatarme. Y me lo dicen desde la cubierta de un barco en fiesta, con todas las luces y todas las risas encendidas. Entonces me suelto y floto, porque la deriva no conoce de egoísmos ni rupturas ni terminará mirándome con lástima. Cada vez que naufrago, la deriva me lleva a un refugio temporal, donde me dan cobijo y la sopa está tibia pero no más. Hasta que me echan.
Acostumbrado así a que nunca es para siempre, hoy me dispongo a soltar mi pedazo del barco. En la cubierta del que se aleja comienzan a repartir las luces de bengala y a decirme adiós con las guirnaldas.

3. No voy por la vida contando mis cosas, y me he negado a colgarme de una cadena la tablita esa que dice: “Quiéreme, seré escritor”. Mis amigos son divertidos y viejos, en ese orden, y hace diez años contamos un chiste que hoy sigue haciéndonos gracia. Robé por necesidad; traicioné una sola vez y aprendí mi lección. Miento todo el tiempo, pero dejaré de hacerlo cuando me vuelva de verdad un espía, un partisano, el genio a premiar, Steve McQueen. Nunca he roto el corazón de una mujer, pero el mío acumula medallas por lo contrario, como marcas de inundación. Amé y no me amaron, o dejaron de hacerlo, y muchos creerán que así será el fin, pero yo convocaré a los que aún no se rinden, haremos una fiesta y después los invitaré a verme morir. Creo en el destino, en el azar, en los concursos con la presencia de un interventor de la secretaría de Gobernación. Y creo que al final seré feliz, porque la vida ya no tendrá secretos para mí, porque este día tan largo por fin terminará, porque lo posible por perder lo habré perdido ya. Seré feliz. Ya lo verán.

2 comentarios:

Ivonne dijo...

Eres una persona muy sensible y eso es muy valioso. Ojalá y lo que le duele ahorita a tu corazón pronto pase, no hay nada peor que tener el corazón apachurrado. Ánimo! Cuando ves las cosas desde otro ángulo se observan distinto.
Saludos

Aldo Iván Espinosa dijo...

Gracias Ivonne, por tus palabras. Y gracias también por pasar a visitar.