miércoles, febrero 18, 2009

Carta a una joven aprendiz de sobreviviente


Porque ella tendida de espaldas imita un templo.
Huidobro, Temblor de cielo.



Así es el amor en los tiempos que corren, querida Caro: nuestra tarde de lluvia dorada, cambio climático de por medio, terminó en mero chisguete. Dirán, y bien dicho estará, que serán otros tiempos, Carito, estos que tú y yo estamos viviendo, y los que ya se nos fueron. ¿Recuerdas cuando jugábamos al barco encallado y sin ley, a la isla desierta, al naufragio, a que yo era Viernes y tú un Sábado Santo, porque más que el pecado te excitaba el acto de contrición, el tú pecador que llevabas dentro? ¿O al mediodía de arcabuces en flor, cuando me disfrazaba de Robin Hood y tú de ciervo asustado, de zorra las orejitas, y el bosque de Sherwood, y el alguacil, y el Pequeño Juan, y mis flechas, olían a ti?
Nunca nos excitó la posteridad, ni triunfar en el amor, ni ganar en las apuestas. Te ponía triste jugar al pueblo judío, con su Dios tan rijoso, tan duro, pero hasta chapitas te salían cuando montábamos Jericó: yo alrededor de ti dando vueltas, siete veces, y a la séptima, al calor de las trompetas, te derrumbabas, te salían las lágrimas, muy bajito decías adiós. Inmediatamente después crecía el fuego en ti deseando no desear nada, resucitar al tercer beso, comernos enteros a los niños del hospicio de al lado, y entonces me enamorabas en otro idioma, diciendo barbaridades que pronunciadas en mi tribunal habrían de condenarte sin duda. 
Pero el colmo, Carolina, fue cuando compraste ese disfraz de bellboy venido a menos, más parecido al de un gritón de la lotería, porque creías que así se vestían los viejos mariscales. Y ahí me tienes, pasando calores, mientras invadía tu flanco izquierdo, descuidando la retaguardia en aras de una penetración de ensueño, y tú te defendías, Caro sitio, numantina, a ratos a mordidas, a ratos con posturas de yoga. La línea divisoria es esta:____, gritabas perdida, y entonces ardíamos como los partisanos, como pueblo enemigo, como los invasores. (Y hubo otras noches, Carito, que eran noches de Robert E. Howard, y tú eras Conan y yo Sonia la Roja, o eran noches de cisma, y tú eras católica y yo protestaba, o eran noches nada más, y tú te hacías la dormida, y yo te tomaba.)
Pero queda dicho, Carito, que son otros tiempos, y que hay que adecuarnos, buscar dormitorio en el fin de los tiempos, ser gente de mundo mientras el mundo se acaba. Y bien que te gusta, Caro tesoro, andar a la moda, muy coqueta y perfumada, y sólo por eso ahora jugamos al calentamiento progresivo del planeta. Y vendrán los fríos, Carolina, las noches en que me abrigues, hecho un ovillo, jugando a que tu vientre es un polo que se deshiela y yo un activista de Greenpeace que no quiere perderlo. Y vendrán El Niño, y La Niña, y todo el kinder, Carolina, y del río seco sacarán nuestros cuerpos diciendo: estos son los que dieron su dinero a los pobres, excitados por el fin de los tiempos, jugando a la caridad. 

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Publicado originalmente en Registro no. 18, cuyo tema fue Perversión. Febrero de 2009.