sábado, agosto 18, 2007

Grandes biografías de nuestro tiempo

Aldo Iván (1979)

En colegio de señoritas mormón y mudo honoris causa por Yodelator, trompetista invitado en Jericó y viejo numantino que al fuego llama arder, ha fundado empresa en viejas ilusiones, es creyente asiduo en el pórtico de Salomón, y suele ordenar la retirada cuando la guerra va resolviéndose a su favor. Cantó victoria en medio del desierto, predijo en Casandra un sino de amor, y dulce y matutino suaviza vientres con oliva y laurel.
Rotundo en el confort de la carencia deja dicho que no volverá y vuelve, abreva del ardid de caricias y esperanzas, añora el tibio reino bajo la falda y promete, la mano sobre el corazón cuando lo hace, que esta vez no mentirá. Montesco entre Capuletos, un costado abierto para Tomás, capricho de emperatriz, discípulo autodidacta con déficit de atención, en Teruel nos abandonó, en Cinco de Mayo volvió a amar y a la edad de veinticinco aprendió de Teógenes a dejarlo todo y no dejar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

además, breves son las cosas que mira.

Aldo Iván Espinosa dijo...

Breves, en verdad,
como esta tarde, esta casa, esta edad.

Del nahual divino... dijo...

Y me recuerda a mi Coronel Aureliano Buendía.

Aldo Iván Espinosa dijo...

¿Por aquello del pelotón de fusilamiento, nahual?
Aunque he estado en situaciones igual de peligrosas, como conocer el hielo en el corazón de las personas.

Gracias por la visita.