mi amor: se azotaba contra la jaula,
dormía con un ojo abierto para
evitar que me le fuera, me arañaba
señalándome como suyo.
Rubia
de cinco a seis, un cepo entre las sábanas,
ojos de cobre y paladar de encino,
una luz repentina en el cuarto
que pensábamos vacío, su dádiva
lángara.
Un
viento medicinal
la curó de mí, o su dios, o un antiguo
juez. Justo ahí, dicen los que me vieron
extinguirme, me le agité como una
flama, como una flama me apagué,
flama, como una flama me apagué,
como si con saliva.
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