jueves, agosto 02, 2012

Prevalecer

La hubieran visto enloquecida por
mi amor: se azotaba contra la jaula,
dormía con un ojo abierto para
evitar que me le fuera, me arañaba
señalándome como suyo. 
                                                Rubia
de cinco a seis, un cepo entre las sábanas,
ojos de cobre y paladar de encino,
una luz repentina en el cuarto
que pensábamos vacío, su dádiva
lángara. 
              Un viento medicinal
la curó de mí, o su dios, o un antiguo
juez. Justo ahí, dicen los que me vieron
extinguirme, me le agité como una 
flama, como una flama me apagué,
como si con saliva.

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