Habían las cosas sin nombre y las
que sí lo tenían. Ellos, ¿de cuáles
eran?
Se dieron dioses uno al otro,
sabían a pastura y flema, estaban,
todo cabía. Miraron la sombra
nacer sin ser enterrada, bailando
negra y saliéndosele a los cuerpos
como por una grieta.
¿Estaban sanos?
¿Convalecían? Lava y luego piedra
y luego mundo: soñaron.
Querían
pertenecerse, ir a tientas,
llevarse.
Y el viento los tocaba y los gastaba.