jueves, noviembre 17, 2011

Herencia


Almorzar.
Darle tu número a un
viejo gruñón.

Volver
al trajín
de la empresa familiar.

Saber que hoy,
o mañana quizá,
me llamarás.

–Tu padre tiene voz de amor:
al otro lado del auricular–
dirás–, me ruboricé.




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