Almorzar.
Darle tu número a un
viejo gruñón.
Volver
al trajín
de la empresa familiar.
Saber que hoy,
o mañana quizá,
me llamarás.
–Tu padre tiene voz de amor:
al otro lado del auricular–
dirás–, me ruboricé.
dirás–, me ruboricé.
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