Los hombres se ponen tristes
de tristeza,
como un mango verde
que madura
y se vuelve un mango.
Los hombres se ponen tristes
así, por ponerse,
por no poder ponerse
de otra forma,
porque sí.
Los hombres tristes
son tristes en su infancia,
de grandes siguen tristes
y al final, de viejos,
se los lleva la tristeza.
Pero mi tristeza
es de las otras,
es divina,
tiene tu forma
y responde a tu nombre,
nos fue dada,
heredada
de los Sagrados Tristes,
dadores de este falo
y de tu encanto.
Por eso,
mirándote llegar a mí
sólo para abandonarme,
en el Club de los Tristes
me envidian todos.
Esos tristes
quisieran
estar tristes
porque alguien
como tú, los abandona.
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