jueves, enero 25, 2007

El Pequeño Apócrifo

Berton: Lo explicaré. No me di cuenta en seguida; lo entendí al cabo de un rato: el niño era muy grande. Enorme es poco decir. Extendido horizontalmente sobre las aguas, el cuerpo se elevaba a unos cuatro metros por encima del océano, lo juro. Recuerdo que en el momento en que toqué la ola, el rostro del niño estaba un poco más arriba que yo, y sin embargo, en mi cabina, yo debía de encontrarme a una altura de por lo menos tres metros.
Pregunta: Si era tan grande ¿por qué dices que se traba de un niño?
Berton: Porque era un niño pequeñito.
Pregunta: ¿No entiendes, Berton, que tu respuesta no tiene sentido?
Berton: No, en absoluto. Podía verle la cara; era un bebé. Además, las proporciones del cuerpo correspondían exactamente a las de un bebé. Era un niño de pecho. No, exagero. Un niño de dos o tres años. Tenía cabellos negros y ojos azules, enormes. Estaba desnudo, completamente desnudo, como un recién nacido. La piel parecía mojada, o lustrosa; resplandecía. Yo me sentía como trastornado. Ya no creía en un espejismo. Veía a ese niño con tanta claridad. Subía y bajaba, junto con las olas; pero aparte de ese movimiento general del cuerpo, el niño mismo se movía; ¡era horrible!
Pregunta: ¿Por qué? ¿Qué hacía?
Berton: Parecía una muñeca de museo, pero muñeca viva. *

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** En las imágenes, A Girl, obra del escultor Ron Mueck en la Academia de Artes de Edimburgo, durante una exposición retrospectiva de su obra -figuras humanas en escalas gigantescas- en agosto de 2006.
* Texto de Solaris, de Stanislav Lem.

1 comentario:

Aldo Iván Espinosa dijo...

Hoy lo entendí. Quiero ser el padre de un niño gigante. "Serás un gigante", le dirá su madre mientras lo arrulla. Y él crecerá pensando si aquellas palabras fueron premonición o deseo de buenaventura y amor.
Yo estaré viajando en un barco, redimido de mi mismo, y no lo veré dudar.