domingo, septiembre 17, 2006

Las hormigas muertas

Confiado de que la literatura sirve para algo, no dudé en ayudar a mi padre cuando encontró un campamento de hormigas feroces justo a la entrada de la casa. Hacían de las suyas entre la basura, y como todo lo que sucede en esta casa es mi culpa, también resultó serlo el que las hormigas se instalaran ahí con veraniega comodidad. Antes de cualquier acción definitiva, pedí tiempo para ir por José Carlos Becerra e investigar lo que proponía él en estos casos. En efecto, como lo recordaba, en El otoño recorre las islas viene un poema llamado cómo retrasar la aparición de las hormigas, y en él se habla del paso del tiempo, de los padres, de la juventud y de la vejez. Pero nada de qué hacer cuando las hormigas se dejan de metáforas y se cargan la comida en la espalda. Mi padre, siempre atento, me preguntó si las íbamos a matar leyéndoles. Fin de la discusión. Usó Raid.
Y luego voy y leo que a J.M. Coetzee le preocupa que sus traducciones al coreano o al serbio no sean del todo claras. Uta. Preocupado debería estar porque sus libros en el idioma original le sean de utilidad a quienes los leen.

4 comentarios:

Del nahual divino... dijo...

Pues con un libro bien pesado se pueden palastar varias hormigas con todo el peso de la literaura.

Aldo Iván Espinosa dijo...

Pues con una de esas biblias grandotas se les pudo haber aplastado, y con todo el peso divino. Cómo no se me ocurrió.

Ora sí me hiciste reir, nahual.

Gracias por venir.

Fairest Creature dijo...

¡¡¡NO CHIIIINGUES!!!


Me tardé un mes, pero ya entendí la foto

=)

Uiiiiiiiiiiii, soy feliz.

Aldo Iván Espinosa dijo...

Yo me tardé un rato en entender a Becerra. Y otro tanto en entender a mi papá.

Gracias por pasar a visitar.