sábado, diciembre 24, 2005

La virtud del hábito (y de Serafín)



Prueba irrefutable que la unión de la fuerza bruta y la experiencia (en la foto, de izquierda a derecha), cuando la virtud del hábito las junta, puede dar como resultado exquisiteces como el pavo navideño de la familia Valdés Espinosa. Tiempo también para una reflexión decembrina: sólo los pavos mueren en la víspera. ¡Que Dios tenga en su santa gloria a nuestro plumífero amigo, que ofrendó su vida –o no alcanzó a escaparse- para que la tradición en este hogar se hiciera presente un año más! ¿Que cómo se llamaba el hoy horneado? Serafín. (Quien conozca la letra, que la cante…)

5 comentarios:

Fairest Creature dijo...

¡Qué buen post!
¡Qué linda, linda, linda foto!
¿Y mi porción de pavo de este año?
Y ahora, yo sí me sé la letra, ¿qué tú no? Te ayudo:
"Yo me siento gordo-gordo-gordo-gordo, y presiento que llegará mi fin -llora el guajolote Serafín -;
ahora me tratan bien y de comer me dan una barbaridad, pues me quieren engordar para cenarme el mero día de Navidad.
Triste sino el de los guajolotes, mucho peor que el de cualquier mortal. Éstos mueren el día que les toca, pero aquéllos no alcanzan a llegar. Los matan... la víspera... la víspera de Navidad."

Fairest Creature dijo...

Pero nunca he entendido bien... ¿cómo está eso de que los guajolotes no alcanzan a llegar al día que les toca? ¿Qué no les toca - justamente - la víspera de Navidad?

Aldo Iván Espinosa dijo...

Eso, eso nunca lo sabremos. Y ellos menos.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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