No hay calor de hogar en medio de la nada. El camino a Varsovia se truncó, así de pronto, como un tren que se pierde a mitad de la noche. ¿Dónde estuvimos esos breves cinco minutos? Recuerdo el verde de la estación, las luces que sólo agrandaban lo profundo de la oscuridad. Fumando, esperábamos. Una polaca, cuyo polaco era mejor que el nuestro, nos hizo bajar del tren y entender, como el frío de las madrugadas cuando se acercan al rostro, que eran muchos los kilómetros lejos de casa. ¿Existió alguna vez el mundo fuera de aquel largo pasillo con bancas de madera? Puntualidad europea: el siguiente tren apareció justo a las dos de la mañana. Lo abordamos. Tampoco hay calor de hogar en medio de seis polacos ebrios. Pero seguimos rumbo a Varsovia. Jamás llegamos.
2 comentarios:
Esos cinco minutos estuvimos en Trolesburgo, capitál de Pepeslavia. Por lo menos, eso es lo que nos gusta decir. Para cualquiera otros dos viajeros novatos esa estación innominada estaría al otro lado del mundo. Tal vez no nos dimos cuenta en su momento, pero no todo era desconocido ahi. Estabamos nosotros, juntos. Gracias hermano.
...siempre me ha asustado que los polacos hablen mejor polaco que yo...
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