Éramos más jóvenes, y no hacíamos caras chistosas. La empresa era seria. Una publicación, pequeña, comprometida. Puede fallar, no fallará. Ánimo encendido: cierta tarde de finales de agosto, unas tijeras, un pritt y varias hojas en blanco resolvieron los problemas de edición. ¿La imprenta? Una papelería en la esquina, fotocopias. El Che abría, Mario presentaba, seguía yo y cerraba Javier. Después todo era creación. Vendíamos salón por salón, de mano en mano. Puro costo de recuperación. De pronto la autoridad, el clandestinaje, las precauciones y, sí, el encuentro final: Laura, maestra de Anatomía, a mitad de su clase, los argumentos, la discusión, la suspensión provisional de la revista. El final se precipita: los directivos prohíben no sólo la venta, sino la impresión de un siguiente número. Las cartas condicionales se nos presentan y debemos firmarlas, advierten. ¿El delito? No pedir permiso. ¿El contenido de ese primer número? Poemas. La poesía necesitaba permiso. Iconoclastas se llamaba la revista, y tuvo sólo un número. Pero quedó la amistad, y el gusto por hacer caras chistosas. Así como Calvin, así como Hobbes.
5 comentarios:
Yo siempre he tenido la cara chistosa. Aunque a veces trato de parecer interesante. Una de las veces que traté de parecer interesante hice la presentación para una revista, por alla a finales de agosto. Después, me topé con un buen nombre mientras oía a los Doors. Pese a que esa fue toda mi participación, obtuve muchos dividendos: dos amigos (que hacen caras chistosas).
Un muy buen nombre, mi hermano. Recuerdo que cuando nos lo dijiste, tenías una cara chistosa.
Por cierto, ¿recuerdas La Oficina?
Hace ya tanto tiempo...
Gracias, hermano, por venir. Esta también es tu casa.
Si con la dinámica de teatro-foro no se te salió el trauma, ya no se te salió nunca.
Muy lindas fotos, muy lindo collage.
El teatro-foro del oprimido de La Sandía, claro!! Haré un post sobre esa experiencia. En verdad, me encantaría que todos aquellos que conozco, asistieran, aunque sea una vez, a un taller de La Sandía. Son tan buenos. Pero no me libraron del trauma, es cierto.
Mi hermanito psicólogo ha hablado. Les presento a Javier Coss, uno de los involucrados en el Iconoclasticidio (como dirían en la Tremenda Corte).
Vale:me reiré tan fuerte como pueda cuando me vea al espejo, aunque me vuelva loco. Si termino así, ya ni cuenta me daré que tengo un trauma.
Gracias por venir, hermano. Esta también es tu casa.
Publicar un comentario