Viene Asmodeo conmigo
esculcando a tientas tus cajones.
Recuerda haberte visto entre la gente,
el número interior de tu otra casa,
la vez que a la salida de los túneles
estaba ya esperándolos, como al acecho,
un sol grisáceo de principios de noviembre.
Dibuja una línea encima del polvo.
Mira, dice, enseñándome el dedo:
le sale tierra como a ti en las noches
y en esas noches anda fría o mimosa,
sabe bien que en su otra vida fue para ti
la hija del tendero, la morena de calzones
amarillos, la vecina que enronchaban
los moscos. En esos días fueron sus nombres
Vellum, Samiel, Sarepta, Monserga.
Lleva el pubis de prisa rasurado
porque en su sueño a punto estás de entrar
por esa puerta.
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