son mirlos de Hipona, mirlos de Casia,
un Cayo Mirlo: el mal ha madurado
en ellos como un fruto propicio
para el invierno, arrancan con los dientes
la yerba crecida de las estatuas,
el templo visto en sueños los espera,
y serán destruidos, pero luego.
Calamidad, tormento de los justos:
vinieron a esta tierra como el sueño
a los primeros animales: ciclos,
carnada.
En casa de
los jueces hay
un tigre patinado por el celo,
un guardián de la ley que calienta
la raíz de nuestros actos: le ruge
siempre a la mala sombra del demonio,
al estruendo, al umbral iluminado,
al estruendo, al umbral iluminado,
al mar embravecido de la nada,
a la luz que le quitas a las cosas.
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