Pasó un día, los solitarios abandonaron la felicidad.
Juan Carlos Mestre
Aquel será un año difícil, dijo,
y perderán su casa, las alarmas
sonarán toda la noche, las cuentas
no terminarán de pagarse nunca.
Esperar algo distinto es no creer
en el destino, dijo, descubrir
que el glifo de los caminos valía
también para decir embrujo, cambio,
desolación.
Aullarán y tendrán
el filo de sus caprichos para irse
defendiendo, un hijo de bronce sobre
los jardines, la estancia de los pueblos
en la tierra.
Peces
con monedas
en la boca habitarán sus sueños,
donde estén los mirarán de reojo,
una grieta en el costado del otro
será su alojamiento,
y ya estando ahí
–la arcadia, dijo, mil veces mil días–
soltando un borbotón de baba agria,
intentarán llamarse por su nombre.
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