El capitán quiere una isla,
quiere un barco y
un botín,
quiere mapas con
señales,
triunfar quiere,
dar festín.
Darle de comer al
fuego,
conquistar lo
inconquistado,
ser la luz, lo que
la extingue,
ser el mal
profetizado.
No en su nombre
la alabanza:
el miedo, el
rigor, la sangre.
Estandarte que
señala
no el hartazgo,
sino el hambre.
¿Qué más quiere
el capitán?
No anhelo dios ni
busco amo.
¿Harén quizá?
¿Consulado?
Quiero empresa,
no reclamo.
Es el mundo clara
sombra,
un misterio vivo
y tonto.
Arde cuando arde
y se apaga
solo, lentamente
o pronto.
Tibia y dulce
entre las sábanas,
tú lo escuchas,
divertida.
“Seré la hora,
seré el día,
Seré furia
aparecida…”
En tu abrazo se
recoge,
tu latido lo
serena.
En ti nada le
hace falta,
y se olvida y
calla y sueña.
Fiel creyente de
los hábitos,
la noche se va
acercando.
Ciega y fría y
contra todo,
es doncella,
madurando.
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