joyas para tu
corona, ademanes
de hermanastra,
un método así infalible
para tu adoración.
Cómo huían de ti
los otros
animales, con sus sombras
tu origen
señalando, amoratados
y cüidándose de
ti la espalda.
Sólo yo lustraba
tu piedra dulce,
tu inválido
carisma de fantasma,
tu vientre de
palo, tu alma postiza,
tu oscuro
retrato.
Bajo la tierra,
o en muros
babeantes de salitre,
cocea un mandril
herido, niñito
nacido de ti, y
puesto en adopción.
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