1.
Este consuelo
tiene el mundo:
amanece,
abandona la
sombra,
del abrazo oscuro
se retira
y algo limpio
–un lince de
fuego,
un niño dorado,
un ramo de
estrellas–
pronuncia en luz
su estancia,
centellea.
2.
Un viento que no
sopla
trae la noche,
un sol enano,
un cariño a
deshoras,
un umbral
infranqueable.
La misma
sustancia
que germina en tu
ausencia,
poblándome.
3.
Así me ilumina la
noche,
así me canta su
pájaro oscuro,
así se está
conmigo:
contraviniendo
todos y cada uno
de mis deseos,
dándole mi
fortuna a los otros,
alimentándome con
pechos
de señoras
difuntas.
De su caricia de
aguijones
vuelvo ileso,
ligero casi,
con marcas en el
cuerpo.
Cicatrices que
recuerdan
lo que nada soy,
lo que nunca he
sido.
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