Uno. Viendo los nuevos anuncios de Axe, recordé la escena de la película aquella en la que un tipo trata de impresionar a una mujer recitándole Táctica y estrategia, de Mario Benedetti. Para su sorpresa, la muchacha lo interrumpe y concluye ella misma el poema. “Yo también he leído a Benedetti”, le dice. Pensé que Axe podría retomar la escena sin mayores complicaciones: llega un tipo con un libro y comienza a leerle a la guapa señorita. Ella, absolutamente seria, lo mira fijamente como diciendo “por favor, vete”. En ese momento la voz en off entra y dice: “Cuesta cien pesos menos que una antología de Benedetti, pero funciona”.
Dos. He reflexionado sobre el libro de Santiago Gamboa, El síndrome de Ulises (Seix Barral, 2005). Parece como si los escritores, en los últimos años del siglo XX y en los que ya se acumulan del XXI, tuvieran la imperiosa necesidad de despojar a la literatura de su pertinente capacidad de fabulación. Peor aún, asumen que las vidas de los estudiantes de literatura aspirantes a escritores son anecdóticamente suficientes como para convertirlas en relatos novelados, y así disfrazar el acontecer cotidiano de un supuesto ejercicio de imaginación.
De la pedantería de la vanguardia se quedan sólo con la pedantería, y la distancia entre autor y obra se socava, arropados en un discurso que puede resumirse en “yo soy mi obra”. De escritura ágil y, por lo mismo, de fácil lectura, El síndrome de Ulises pretende hacernos creer que lo literario es inherente a la vida del escritor. Y entonces la cosa es fácil. Los payasos no montan un show para hacernos reír: creen que la gracia estriba en verlos pintarse la cara frente al espejo de su cuarto.
Tres. Eduardo Milán, poeta uruguayo avecindado en México, puede estar dando su mejor curso hasta ahora en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Supuse que mi reencuentro con él sería algo áspero, pero no. En la primera clase quedó zanjado el asunto. Dijo Milán: “porque nos debe quedar claro que no podemos decir cualquier cosa”, y volteó y me miró. Para que me quedara claro, repitió la frase mirándome. Listo. Mi estupidez juvenil parece disculpada.
Después, el anecdotario. Pregunta el poeta con quién leímos a Dante. El grupo responde que con la italiana Paola Leoni. Pregunta el poeta con quién vimos a Jakobson. El grupo responde que con la japonesita Ana Tsutsumi. Al preguntar con quién analizamos Las Meninas de Velázquez, el poeta se adelanta y pregunta divertido si fue con algún neozelandés. Peligrosamente comienzan las referencias a la poesía medieval. Me propongo a mí mismo que si el poeta pregunta con quién leímos a Guido Cavalcanti, yo responderé divertido que con el uruguayo Eduardo Milán. Pero me quedo con mi chiste. Recuerdo las palabras iniciales y me digo: no se puede decir cualquier cosa, Valdés, no se puede decir cualquier cosa. No importa que esta vez sí vengas al caso.
Cuatro. Nuestro clamor favorito de la semana: ¡Por lo que más quieran, dejen ganar al wampa!
lunes, agosto 28, 2006
¡Me quiero volver chango!
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6 comentarios:
Uno. Me gustan los anuncios de Axe, porque tienen puras viejotas. Ah, a cualquiera le conquista más un tipo que huele rico que uno que quiere impresionar con Benedetti, acá como que bien original. Oye, ¿en serio cuesta cien pesos menos que una antología de Benedetti?
Dos. De acuerdo y en desacuerdo. De acuerdo en el primer párrafo. De acuerdo al inicio del segundo. Pero eso de que la distancia entre el autor y la obra se socave, no forzosamente es pedantería, ni forzosamente cumple con el postulado "yo soy mi obra". Pienso que pueden hacerse juegos astutos y perversos con el lector utilizando ese recurso.
Tres. Me acaban de entrar unas ganas de escribir la "cualquier cosa" que en aquel momento dijo Valdés, y cómo después de eso - turu, turu, turu - tuvimos que llamar a la ambulancia.
Cuatro. Jajajaja, ¿qué pedo con tu wampa?
Prrrt, adiós.
3. Tenía todo para ser el chiste del semestre: la oportunidad, el ritmo y ese toquecito de mala fe, que siempre es necesario.
1.Ese es el punto: no conquistan ni las manzanas, ni el ula ula, ni los yoyos, ni Benedetti. Sólo la fina fragancia de Axe. Tan fina, que sólo cuesta poco más que unas manzanas, un ulaula o un yoyo.
Y sí, cien pesos menos que una antología de Benedetti.
2.Existen los juegos astutos, sin duda. Pero acá no hay juego, ni astucia. Lo perverso se me escapa.
3.Siempre es bueno tener una ambulancia cerca. Esa sí no es cualquier cosa.
4.El interventor de la Secretaría de Gobernación era renuente, y de nada servían las advertencias de que el wampa, si perdía, mordía, lo ponía a uno de cabeza y hasta le arrancaba los brazos.
3.Sí, caray. Y también tenía todo para que no me cargara el monkey por segunda vez. Sobrevivencia mata chistorete.
Aún así, sigo pensando como Leonard Nimoy cuando rescata a Krusty del monoriel: "el mundo tiene que reír".
1. Te estaba dando la razón en ese punto. Ash, siempre me quejo y te contradigo, pero no en este punto, maldita sea.
1. Y quizá, una vez más, ese es el punto.
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