Hoy, después de mucho tiempo, Asael ha vuelto a mi casa. También está Rubén. Recuerdo la última vez que trabajamos juntos, un fin de semana que comenzó un viernes por la tarde y terminó un lunes por la mañana. Tres días encerrados, revisando mapas, haciendo cuentas, construyendo matrices, elaborando futuros probables. Cuando el cansancio nos agobiaba, uno dormía, el otro dictaba y el restante escribía. Así hasta que alguno se cansaba más de la cuenta y los ojos se le cerraban; entonces se despertaba al que dormía, ocupaba su lugar escribiendo o dictando, y el más cansado ocupaba la cama. El trabajo sufrió algunas modificaciones posteriores, hasta que finalmente se publicó en Contralínea número 4, en cinco páginas que reproducían, integro, el producto resultante de aquel largo fin de semana. No hacía mención de las madrugadas en vela, del pacto de no comer hasta terminar, de los ceniceros al tope. Para hablar de ello nos basta con vernos para comer y beber y reírnos y recordar. Para eso, después de mucho tiempo, estuvimos los tres en mi casa.
1 comentario:
Presumido.
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