Estimado Nabucodonosor: es usted un viejo risueño y callado, lo cual se vuelve una contradicción de términos que no nos llevaría a ningún lado, si no fuera porque lo estimamos y nos preocupa que no salga usted más de su cuarto. Si acaso ha descubierto un universo dentro de su departamento; si en su capacidad de asombro caben las hormigas, la luz que por entre las cortinas ilumina partículas de polvo en el aire, la esquina que siempre ha sido esquina; si el tiempo dejó de correr en su sala de estar, si la televisión lo esclaviza y lo libera, si ha descubierto que no hay vuelta atrás, que las decisiones están tomadas y viven en la Isla de las Decisiones, entonces hace usted bien de no salir.
Nada da más luz que una dama a mitad de la luz.
Ni nada menos.
Nada da más luz que una dama a mitad de la luz.
Ni nada menos.