Stanislav Lem “colaboró” con nosotros en mi primer número como director de Mediaciones. Yo escribí acerca de Solaris, y él ilustró los interiores. Jamás lo supo. Aquí uno de los dibujos que ilustraron el número:
Stanislav Lem, La curvatura del tiempo.
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Después de todo, Chris Kelvin sale a conocer el mar de Solaris. En una de las formaciones plasmáticas que se erigen sobre él, Kelvin logra ver una ciudad en ruinas, o algo muy similar a una ciudad en ruinas. Así la describe Lem: "Creí ver las ruinas de una ciudad arcaica, una ciudad marroquí, desquiciada por un terremoto o algún otro cataclismo. Divisé una intrincada red de callejuelas sinuosas, obstruidas por escombros, callejones que descendían bruscamente hacia la orilla bañada de espumas vistosas; más lejos, se perfilaban almenas intactas, bastiones de contrafuertes desconchados; en los muros combados, derruidos, había orificios negros, vestigios de ventanas o troneras. Toda esta ciudad flotante, peligrosamente inclinada hacia un lado, como un navío a punto de zozobrar, se deslizaba a la deriva, girando lentamente sobre sí misma".
La escritura del pasaje es muy similar a la prosa de Borges, de quien Lem fue atento lector. Por ello recupero aquí las palabras que, siendo originalmente para Tadeo Isidoro Cruz, bien pueden resumir el conflicto emocional de la novela de Lem: "Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es".
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La maquina de Trul habla de un robot que no conforme con no poder sumar, se vuelve un tirano. Con el paso del tiempo -leí el cuento en preparatoria-, he llegado a pensar que el problema no era el robot sino su tiranía. Por eso le dedico esta tira de Liniers a Lem, esperando que le haga gracia donde quiera que esté:
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